jueves, 28 de abril de 2011

Aprender Idiomas

Cuando creé el Nol en Agosto de 2006 muchos jóvenes usaban de modo generalizado mensajes abreviados de móvil, especialmente a través de “sms” y también en los chats en Internet sólo que por aquel entonces eran textos espontáneos, lenguajes improvisados “ideo-fonemáticos” que bien pudiéndose interpretar sin excesiva dificultad a la vez eran ilegibles, y aun menos pronunciables. Con la llegada del Nol eso cambió. Ahora no sólo podían leerse sino que además podían pronunciarse perfectamente mediante el nuevo Alfabeto. Mostré fácil como leerlos y pronunciarlos a través de la primera Lengua Social (redes sociales) de la Historia: el Ideal Nol. En realidad sistematicé por tanto y mediante el Alfabeto Nol algo que anteriormente y de un modo caótico era una última tendencia en el lenguaje escrito de muchos jóvenes de la época. En realidad, traté de interpretar como una evolución del lenguaje y una oportunidad histórica aquello que los jóvenes con aquella actitud modal le decían al mundo: Que los lenguajes actuales se evidenciaban obsoletos en alguna de sus funciones. Eran lentos, muy cargados y poco eficaces, especialmente para el uso de las nuevas tecnologías. En la mayoría de los casos es obvio que esa reflexión siquiera estaba presente, empero sino era un modo sencillamente de pretender economizar dinero, sin embargo sólo muy relativamente, porque todos esos mensajes cortos de texto no estaban optimizados en tiempo ni en espacio. Pues entonces ¿de que servía ahorrarte una o dos letras en un nombre o en un adjetivo para luego terminar por escribir un artículo o un verbo que no eran necesarios? Eso sólo propiciaba que otros, especialmente puristas de la lengua, padres o docentes en general tuvieran por aquellos entonces un motivo más de preocupación: Un desafío al lenguaje sin precedentes protagonizado por una generación que se reafirmaba usando de seña de identidad una descastada gramática que deterioraba las ortografías y corrompía los idiomas contemporáneos que hasta entonces parecían enquistados en sus antiguas normativas y leyes. 

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